miércoles, 7 de marzo de 2018

Artículo de opinión. Un soldado que cambió el rumbo de la historia: Chávez. Por Clodovaldo Hernández

 http://www.misiondignidadhumana.blogspot.com
Óptica Socialista
Noticias nacionales

Cuando se dice que algo o alguien cambió el rumbo de la historia, puede parecer una afirmación rimbombante y fanática. Pero en el caso del comandante Hugo Chávez es una estricta verdad. Duélale a quien le duela, el país cambió luego de que aquel joven soldado -por entonces enjuto y atlético, con uniforme de paracaidista- apareció en escena. Desde entonces, nadie ha vuelto a ser el mismo. ¿Cómo puede llamarse eso sino “cambio de rumbo histórico”?
Si queremos otra prueba de su trascendencia en el devenir nacional (y mundial) consideremos que han pasado cinco años de su desaparición física y su liderazgo no ha hecho más que fortalecerse. Los enemigos, que lo odiaron literalmente a muerte, continúan peleándose a diario con su espectro y siguen siendo derrotados.
Volvamos a 1992 y analicemos el asunto del punto de origen de su dimensión histórica. Quienes han pasado 26 años intentando descalificarlo, dicen que Chávez no era el verdadero jefe de la asonada y que, además, fracasó en su intento de poner Caracas bajo control de los insurrectos. Tampoco le atribuían la jefatura intelectual, pues esta supuestamente pertenecía al atildado y culto Francisco Arias Cárdenas. Pero lo cierto y verificable es que solo él se transformó instantáneamente en un líder nacional. Y solo él logró preservar –sin mácula- esa condición a lo largo de su carrera política.
Si se compara el desarrollo de los protagonistas del 4F (exceptuando al prematuramente desaparecido Jesús Ortiz Contreras), uno puede preguntarse por qué fue Chávez y no Arias Cárdenas ni Joel Acosta Chirinos ni Jesús Urdaneta Hernández, quien asumió el liderazgo del movimiento, una vez sofocado. Algunos dirán que fue cuestión de audacia y carisma, pero esa es una visión reduccionista. Los hechos posteriores demostraron que era Chávez el que tenía clara la magnitud de la fuerza popular que acababa de activarse. Era un predestinado.
Muchos analistas políticos de los años 90 coincidían en que Chávez sería un fenómeno efímero. Pronosticaban que al ser puesto en libertad y lanzado al ruedo político, se desdibujaría como lo que suponían que era: un milico trasnochado. Grave error de cálculo, pues, muy por el contario, Chávez en la calle y en la arena política resultó ser más fenómeno todavía. Desde 1994, cuando salió de la cárcel, hasta 1997, cuando el Movimiento V República resolvió ir a la contienda electoral, el liderazgo político de Chávez se fraguó con la fuerza del acero. En el año electoral 1998, el poderosísimo sistema político de Puntofijo estaba al borde del naufragio. Si eso no se puede considerar un drástico cambio de rumbo, que alguien diga qué fue.
Una de las claves del meteórico crecimiento de Chávez como líder puede encontrarse en que asumió dos actitudes muy poco habituales en los políticos tradicionales: se echó la culpa de una situación muy grave (“yo asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano”, dijo el 4 de febrero) y cumplió su promesa básica de campaña de manera inmediata a la toma del poder (convocó a la Asamblea Nacional Constituyente).
Con el aval de encarnar un nuevo tipo de liderazgo, comenzó un gobierno diferente a todos los anteriores, energizado por el desbordante entusiasmo de un pueblo.
El presidente, que en ese momento tenía apenas 44 años, empezó de inmediato a trascender las fronteras nacionales. En tiempos del reinado unipolar del capitalismo, la impronta soberanista  y popular que marcó su gobierno desde el primer día, levantó roncha en un continente pleno de gobiernos obsecuentes o sometidos por la opresión económica del norte. Es por ello que la campaña de descrédito, que se había iniciado desde que se convirtió en favorito para ganar las elecciones, arreció sostenidamente con cada una de sus ejecutorias en el gobierno.
Para finales de 2001, dotado de amplios poderes habilitantes, emprendió cambios jurídicos de fondo dirigidos a puntos neurales del capitalismo: la posesión de la tierra y la sacrosanta libertad de empresa. Adicionalmente, en el complejo mundo post-11 de septiembre, Chávez no se alineó a rajatabla con un Estados Unidos que desató la guerra en Afganistán, supuestamente contra el terrorismo. Su denuncia de los terribles daños colaterales del conflicto (niños y otros inocentes caídos bajo la más avanzada tecnología de la muerte) enfureció a la clase gobernante mundial. Claramente se le tachó de enemigo.
Llegó el terrífico año 2002, cuando una oposición envalentonada por los primeros estragos en la popularidad de Chávez se lanzó la parada del golpe de Estado, dando pie a otro de los momentos estelares del comandante. Apenas unas horas después de ser derrocado, una marejada de pueblo civil y militar hizo lo impensable: lo restableció en su cargo, otro acontecimiento único en la historia.
En los meses siguientes a abril siguió su tenaz combate contra un enemigo bien apoyado aunque no tan guapo. Superó con astucia el episodio mediático de la plaza Altamira y enfrentó al lado de un colectivo heroico el paro petrolero y patronal de diciembre-enero. Más capítulos para un relato épico.
Esos años son una muestra de su manera de estar en el mundo: sin pedir ni dar tregua a los adversarios. En 2004 se sometió a una prueba de la que muy pocos presidentes, emperadores o  reyes podrían salir ilesos, el referendo revocatorio. Su campaña victoriosa quedó registrada como una joya de la estrategia política, tal como la batalla de Santa Inés lo había sido en el campo militar.
Chávez siguió trazando el nuevo rumbo de la historia en el tiempo que le quedaba en este plano terrenal. Lo hizo en sus contundentes victorias de 2006 (presidenciales), 2009 (referendo de la enmienda constitucional) y 2012 (presidenciales de nuevo). También lo hizo en sus dos  grandes derrotas: la electoral de de 2007 (referendo de la reforma constitucional) y la que sufrió ante la terrible enfermedad que finalmente lo doblegó en 2013. Su discurso del 8 de diciembre de 2012, especie de lectura de su testamento político y humano, es algo que solo puede hacer un ser trascendental: ponerle el epílogo a su propia historia.

Una figura mundial

Además de histórico, el humilde campesino que nació en Sabaneta de Barinas el 28 de julio de 1954, logró convertirse en una figura de proyección universal. Se puede hacer una revisión exhaustiva de todos los presidentes anteriores a Chávez, desde Cristóbal Mendoza (el primero después de la Independencia) o desde José Antonio Páez (el primero tras la ruptura de la Gran Colombia), y no se encontrará ninguno que haya generado tanto interés en el mundo.
Una investigación realizada a principios de esta década por el historiador Rafael Ramón Castellanos arrojaba la conclusión de que Chávez era ya para ese momento, a escala mundial, el presidente acerca de quien se habían escrito más libros, tesis de grado y otros trabajos académicos, superando incluso a uno de sus grandes mentores, Fidel Castro, y al carismático francés Charles De Gaulle. En 2010, Castellano tenía registradas las fichas de 3 mil 133 obras. En los ocho años transcurridos desde entonces, el volumen de libros y trabajos académicos debe haber aumentado exponencialmente.
Si a eso se le suman las toneladas de palabras que se han escrito (y se siguen escribiendo) sobre Chávez  en los medios de comunicación de todo el planeta, se entiende por qué en cualquier lugar del orbe, usted dice que viene de Venezuela y –en el idioma que sea- alguien exclamará: “¡Oh, Chávez, Chávez!”.
Epígrafe:
Los enemigos, que lo odiaron literalmente a muerte, continúan peleándose a diario con su espectro y siguen siendo derrotados
Fuente: Ciudad CCS/07/03/18
Compila. William Castillo Pérez

No hay comentarios.:

Publicar un comentario