miércoles, 12 de noviembre de 2014

Artículo de opinión. México y Colombia. El horror y sus sombras. Por Matilde E. Trujillo Uribe

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Óptica Socialista
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Intentaba no enterarme de la masacre ejercida sobre los normalistas de Ayotzinapa, en Guerrero México. No quería, por el dolor que se me calaba en el alma, pero cerrar los ojos a su tragedia que es nuestra tragedia en Colombia, es acto insolidario para quienes claman justicia desde el fondo de la tierra y es obsecuente favor a los responsables todos, desde los malparidos sicarios paramilitares que ejecutaron el crimen,  pasando por las instituciones oficiales mancomunadas, hasta los círculos de poder estatal,  que funcionan en engranaje. Un engranaje de maldad y muerte propio del sistema capitalista que vomita engendros de odio, corrupción, narco-crimen, paramilitarismo, pobreza y dolor entre otros terribles males que se asestan sobre los pueblos del mundo.
Marchas y movilizaciones en todo México, ¡los queremos vivos! a pesar de la verdad que nos hace el tormento y que aun con datos confusos van dejando las sombras del horror: “oye nos está balaceando la policía de aquí de Iguala” relataba un normalista sobreviviente, así le dijo un compañero que lo llamó en plena angustia. Fueron entregados por los policías de Cocula e Iguala a integrantes del grupo de Guerreros Unidos -los paramilitares de allá en vínculo con instituciones legales, como sucede igual en Colombia- para desatar la muerte a 43 vidas en plena luz, hasta dejarlas convertidas en exiguos restos y cenizas a los que luego empacaron en bolsas. ¡Canallas! “¡imperio asesino de niños!, la rabia madre por dios tengo frio”, que fueron asesinados y calcinados, que fueron trasladados en grupo viéndose las caras en su llanto, impotencia y terror. A hijos del pueblo en plena juventud.  Y los llevaron al basurero de Cocula, algunos ya iban asesinados, y en el basurero asesinaron a los que aún estaban vivos y un grupo de más o menos 15  murieron de asfixia, luego les quemaron con gasolina y otras sustancias para ocultar el crimen y no dejar evidencia. Les prendieron fuego desde las 12 de la noche hasta las tres de la tarde del día siguiente. Los restos fueran triturados y luego lanzados al río. ¡Qué horror, qué horror! ¿Cómo pueden existir seres que hagan algo así? ¿De dónde salen estos monstruos humanos?
Un sistema como el que nos ha tocado vivir genera este adefesio brutal, estamos en  el sistema de la ambición, la codicia y la ganancia que todo convierte en mercancía; en el que se cree que tener más, es ser mas; el que sume en la pobreza a las mayorías para el enriquecimiento de las minorías y esos que dueños del mundo, ríen y bailan mientras matan; manejan sus burdos intereses de oro, petróleo y poder regando la ignominia con sangre de pueblo; inoculan fuerzas bárbaras para beneficiar los intereses del gran capital; esas elites henchidas de poder, riqueza vanidad y envilecidas y sus súbditos y sus anuentes y vendidos y dementes descompuestos, que funcionan cual engranaje del mal, ahora ante el macabro crimen, pretenden negar la verdad y decir que los normalistas están desaparecidos, haciendo de la complicidad, su soterrada impunidad.
Que los poderosos del mundo tienen sus ejércitos legales para que les defiendan sus intereses, si, y también tienen estas formas ruines de ejércitos legales e ilegales vinculados unos y otros. Lo ocurrido con normalistas de Ayotzinapa, ha retrotraído lo acaecido en la Plaza de Tlatelolco, donde otro funesto día del año 1971 dispararon contra una manifestación estudiantil pacífica en las calles de la ciudad. Es la réplica de lo que otrora sucedió, con las características del contexto actual. En México como en Colombia hay ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada, fosas comunes, amenazas, persecución, encarcelamiento, allá como aquí se entrega el país a empresas trasnacionales que lo saquean y devastan, allá como aquí las mismas elites gobiernan desde tiempos inmemoriales,  allá esta tragedia de los normalistas de Ayotzinapa como aquí en Colombia, las casas de pique en Buenaventura o la sevicia de las masacres y crímenes mediante el uso intensivo de motosierras, las fosas de caimanes, hornos crematorios para desaparecer cuerpos. Sea cual fuere el autor de estos hechos, al estado le cabe la responsabilidad, es su misión  ser garantes de los derechos de los ciudadanos, pero si además sus instituciones, policía, ejercito u otras legislativas, jurídicas o ejecutivas se involucran, entonces estamos frente a crímenes de estado al que debemos emplazar y derrocar.
Los normalistas de Ayotzinapa y todas las víctimas de esta humanidad doliente, deben ser aliviados en elevada reivindicación, todas las voces  alzadas para hacernos su propia voz y  que este parto de dolor agudo se convierta en acción de justicia, de repudio, de resistencia y lucha y como una sola fuerza podamos avanzar hasta lograr que el imperio de la maldad desaparezca de la faz de la tierra.   
Por: Matilde E Trujillo Uribe
 
 

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